La pareja interior

Todos tenemos una parte suave, receptiva, pasiva, que se dirige hacia adentro para conectar con lo que necesita y como si fuese una flor, sólo necesita abrirse, mostrar su belleza y entregarse a la confianza... hasta que llega el insecto a polinizarla.

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También tenemos una parte firme, asertiva, penetrante, activa, que sabe salir al mundo a conseguir lo que necesita quitando obstáculos, avanzando...

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Si miramos a la naturaleza, estas fuerzas internas del yinn y el yang, el masculino y el femenino, la ternura y la agresividad, están reflejadas en todo ser vivo.

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Cuando un león está defendiendo su territorio o cuando está retozando y descansando en la hierba.

Cuando una mujer se está abriendo paso a machatazos en la selva o un hombre está dejando que le laven el pelo.

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El eterno baile entre estas dos fuerzas, que en lo profundo son sólo una. Conocerlas e integrarlas significa: Estar en contacto con tus necesidades (no tus caprichos) y ser capaz de hacer lo que corresponda para conseguirlas.

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Ir hacia dentro para escucharnos, conocernos, amarnos, respetarnos e ir hacia afuera a crecer enfrentando retos.

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Sin femenino, no sabemos lo que necesitamos y nos lanzamos a una frenética carrera por conseguir logros y objetivos que nada tienen que ver con nuestro propósito de alma y nos alejan cada vez más de nuestra esencia provocando ansiedad, angustia...

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Sin masculino, no cortamos el cordón umbilical y seguimos apegados a los mandatos familiares, nos encerramos en nosotros mismos sin ser capaces de salir al mundo a actuar por nuestro sol interior cayendo en la depresión, la sensación de impotencia, de que el mundo es demasiado grande y nos come con su realidad.

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Tras integrarse, estas fuerzas aún han de afrontar el reto de disolverse en Lo Mas Grande. Entregarse, rendirse al Misterio.

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Un viaje de integración mucho más allá de ser mujer u hombre.